La diabetes es un mal crónico, progresivo y autoinmune. Se clasifica en diabetes tipo 1 y tipo 2. La primera se caracteriza porque el páncreas no produce la cantidad de insulina (hormona que regula la glucosa de la sangre) que el cuerpo necesita.

La segunda es considerada un trastorno metabólico pues surge cuando el cuerpo produce cierta cantidad de insulina que no es capaz de utilizar de forma efectiva.

Esta enfermedad puede ocasionar muchas complicaciones si no es tratada de forma correcta y a su debido tiempo, entre ellas, problemas renales, amputaciones, cegueras e infartos, entre otras. Por todo ello es tan importante realizarse el examen de la glucosa cada cierto tiempo. El estilo de vida y el sedentarismo son los factores principales que originan la diabetes.

No ejercitarse y los malos hábitos alimenticios conllevan a la obesidad, lo cual, a su vez, hace que aumente el número de personas víctimas de esta enfermedad. Otros factores que contribuyen a la causa son la vejez, la hipertensión arterial y el historial familiar.

UNA NUEVA ESPERANZA

Además de una dieta balanceada, un buen control médico y una rutina idónea de ejercicio, la insulina es el tratamiento más efectivo que hay para controlarla y es la que mejor se adapta a la vida y rutina del paciente.

Pese a que no existe una dosis específica, su aplicación en una etapa temprana de la enfermedad reduce considerablemente el alto nivel de glucosa en la sangre (hiperglucemia).

La calidad de vida de un paciente diabético depende de sus controles médicos y estilo de vida. Se puede vivir bien y llevar una rutina normal, siempre y cuando exista responsabilidad y plena conciencia.

FUENTE: Revista Mujer #121 – Prensa Libre 23/11/2016